La expansión del "terreno de juego" parece ser uno de los legados que el arte del siglo XX ha dejado a nuestro presente. En cada uno de los territorios del arte las fronteras fueron corridas a extremos insospechados tiempo antes y también –en más de una ocasión– directamente borroneadas al punto tal de no permitr delimitaciones claras entre disciplinas más o menos afines.
En el caso de la música el primer gran salto expansivo se dio en torno a la idea de sonido. Occidente lo había limitado a aquellos instrumentos que producían oscilaciones más o menos periódicas y cuyo correlato perceptual es la altura tonal, "la nota".
Los futuristas, la "irrupción" de las músicas exouropeas, el experimentalismo norteamericano y la música electroacústica crearon el caldo de cultivo para que los compositores pudieran ampliar su paleta de colores, incluyendo a los anteriormente estigmatizados "ruidos", tanto de los instrumentos "no tónicos" de la percusión, como a los producidos por la naturaleza y del hombre.
El silencio se transformó en presencia, ya no como espacio vacío, negativo o de mera pausa, sino como la otra gran forma de hablar de lo central en la música: el tiempo, la duración.
La música exploró unos cuantos otros abismos que lo pusieron ante los espejos de su propia disolución, aunque nada de ello ocurrió. Sigue habiendo música, pero, sin embargo, para los practicantes y escuchas del campo no toda expresión sonora tiene el derecho a participar del mismo.
La polémica creció exponencialmente a partir del desarrollo y masificación de los medios electroacústicos, los que pemiten manipular cualquier tipo de materia sonora, muchas de las cuales, escapan a la abstracción y autonomía lograda por el campo de la música culta a partir del clasicismo.
Precisamente, creo que es en la defensa de la autonomía de la música, conocida también como música "pura" o absoluta, donde se centra la crítica de aquellos que pretenden marcar un límite a la creación sonora, desde adentro. Pierre Boulez es uno de los más claros y lucidos exponentes de esta línea. Boulez denuncia la falta de una dialéctica y de capacidad de jerarquización para materiales sonoros como los que, por ejemplo, utilizaron Schaeffer y los primeros músicos concretos. Y, peor aún, no tolera la necesaria negocación de los sonoro con los aspectos extramusicales de señales que no provienen de la tradición musical.
Del "otro lado de la música" se acuñó el termino "Arte Sonoro", "sonic art": ya no se solicita un certificado de pertenencia, sino, por el contrario, se crea un nuevo terreno de juego, con reglas y "autoridades" propias. En esta zona se encuentran artistas que llegan al sonido desde muy diversas disciplinas (poetas, dramaturgos, artistas plásticos). Incluso, hasta llegan a impugnar los pedidos de carta de ciudadanía para los que emigran del país de la música.
De todos modos también hay músicos en el arte sonoro, o bien expulsados del seno materno, o bien auto-exiliados.
Uno de estos últimos es Trevor Wishart, compositor él, que publico en 1997 el libro On Sonic Art (Harwood Academic Publisher, Amsterdam, 1997).
El capítulo se titula "Qué es el arte sonoro". Wishart los define en modo amplio: "las artes que organizan los eventos sonoros en el tiempo". Wishart agrega: "podemos decir que el arte sonoro incluye a la música y la música electroacústica. Al mismo tiempo de todos modos, salta hacias áreas que fueron categorizadas como text-sound y sound-effects. Wishart cree que no hay forma de separar estas categorías en forma clara y luego se sincera: "se trata de una convención para aquellos que no soportan la idea de un uso de la palabra música de una manera ampliada. Para mí, todas estas áreas sobre parte de una categoría que llamo música"(pag 4).
Aunque la cuestión taxonómica pueda parecer menor, permite comprobar que en las artes, como ocurre con las placas tectónicas de la tierra, siempre hay movimientos, aunque no sean siempre osbervables a simple vista.
En el caso de la argentina, la discusión música-arte sonoro se da porque la práxis en este campo se vio radicalmente modificada en los últimos 15 años, en sincronía con la llegada de las computadoras personales. La producción en sí, se va a dar como ocurrió siempre. En todo caso, lo que se viene es una discusión sobre espacios de circulación (sala de conciertos, museos, espacios públicos) y también de formación (como una disciplina musical extendida, como multimedia).
I LOVE THE MICROPHONE (Dance/Performace)
Hace 5 años